Los que me conocen ya saben que el año pasado decidí, a medias porque me apetecía y a medias porque puede serme útil en un futuro, tomar unas clases de árabe en la universidad. De aquella decisión hace ya un año, y hoy puedo decir orgulloso que sé escribir y leer árabe con la fluidez de un niño de cinco años (mi-ma-ma-me-mi-ma: ¡Mi mamá me mima!) y hablar casi peor. Pero cuanto más me adentro en este mundo que se lee desde la derecha, más disfruto descubriendo un idioma cuya gramática es un brillante...
domingo, 30 de octubre de 2011
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