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domingo, 30 de octubre de 2011

Maktabah

Los que me conocen ya saben que el año pasado decidí, a medias porque me apetecía y a medias porque puede serme útil en un futuro, tomar unas clases de árabe en la universidad. De aquella decisión hace ya un año, y hoy puedo decir orgulloso que sé escribir y leer árabe con la fluidez de un niño de cinco años (mi-ma-ma-me-mi-ma: ¡Mi mamá me mima!) y hablar casi peor. Pero cuanto más me adentro en este mundo que se lee desde la derecha, más disfruto descubriendo un idioma cuya gramática es un brillante ejercicio de lógica y que es tan eficaz que no ha evolucionado en mil años. El árabe de hoy es exactamente el mimo que el árabe que habló Mahoma o que leía Abderramán sentado en su trono de Córdoba.

El estudio de un lenguaje no puede centrase solamente en gramática y vocabulario: con cada frase y cada estructura se van desenterrando aspectos de la cultura que dio (y sigue dando) forma a las palabras. Un ejemplo es el de las palabras que no tienen traducción directa a otro idioma (ejemplos del español al inglés: merendar, la diferencia entre "ser" y "estar"). El otro día salió en clase una palabra intraducible que me gustó especialmente: Maktabah (مكتبه ).

Maktabah se traduce como la colección de libros que cada uno tiene; la librería particular que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida y que es el orgullo y punto central de la casa de cualquier árabe que se precie. Una de las grandes tragedias que pueden ocurrir en la vida de un árabe es la fakdaan maktabah, فقدان مكتبه , o pérdida de la maktabah. Perderla es perder las raíces y la historia. Nuestro profesor nos contaba cómo él había perdido dos: una al mudarse a Inglaterra desde Iraq y otra cuando se quemó su casa en las revueltas de Londres de este verano.

Yo tengo la enorme suerte de tener dos maktabahs: una en Madrid (en múltiples cajas Dios sabe dónde), que incluye toda la obra completa de Julio Verne que mis padres me fueron comprando por correo a lo largo de los años, y mi maktabah de Londres, a punto de derrumbar la estantería de IKEA que la contiene. En ella posan, orgullosos, los textos que han definido la forma del estado moderno (los contratos sociales de Rousseau, Hobbes y Locke; Libertad de John Stuart Mill; El Príncipe de Machiavelli; El Capital de Marx y La Genealogía de la moral de Nietzsche, entre otros) junto con grandes obras de la literatura universal (1984 de Orwell y Un mundo feliz de Huxley, Las obras completas de Lu Xun, Las historias cortas de Kafka) y otras menos conocidas que se han ido incorporando por recomendaciones de amigos y profesores o por mera curiosidad. Con mis aspiraciones de estudiante internacional llega también la duda. ¿Qué pasará con mi maktabah cuando tenga que irme de Londres? Inshaalah (si Dios quiere) podré llevarla a la casa familiar en Madrid, hasta que tenga un centro neurálgico fijo donde pueda unir mis dos maktabahs en una sola que continúe creciendo y pueda pasarse de generación en generación.
¡¡Quiero leer más!!
 

Descodificando a la Reina Mary Copyright © 2009 Bosco F. Alava