Puede que está sea la última entrada que hago en este blog antes de irme definitivamente a La Isla. Como sabréis, he recibido hace poco mis segundas impresiones, es decir, he estado en mi universidad por segunda vez. El caso es que fui a acompañar a Maca a su cole inglés, y ya de paso me presenté como guardián de la niña etc etc. El colegio es el que te imaginas cuando lees "Torres de Mallory"(vamos, se que no soy el único que leyó esos libros "para chicas",que eran buenísimos). Una casa victoriana, llena de niñas pelirrojas cargando baúles y profesoras que parecen el guardián de la mazmorra.
Una vez que dejamos al esclavo allí cenando mazorcas de maíz (en serio) nos volvimos para Londres, dormimos y al día siguiente nos fuimos para allá.
Es graciosa la transición de color que se hace en el metro desde Kensington (donde dormíamos) hasta Mile End. Cuando te subes en Ks., todo el mundo es blanco. A lo mejor hay un chino perdido, pero no suele pasar. A partir de ahí, el color medio de la piel de los pasajeros se va oscureciendo en cada parada. Cuando cambias a la línea roja en Holborn estás a un 50%. Para cuando llegas a Mile End eres el único blanco del vagón. No hay predominancia de raza africana, sino islámica (vale, ya se que eso no es una raza, pero sabéis a lo que me refiero). Al final, llegar a la universidad es como cambiar de mundo. Allí los estándares vuelven a la normalidad.
La cuestión de irnos hasta allí era para ver si me dejaban ver mi cuarto. Está en el edificio más moderno de la universidad, una mole de cobre verde que a pesar de su tamaño parece flotar sobre el río. Creo que hay una foto por ahí abajo. De ese edificio, los tres últimos pisos están destinados a cuartos. Fui a recepción y me mandaron a freír ésparragos. Según parece los cuartos se alquilan hasta casi el último día y por eso no se podían visitar. Aunque la recepcionista lo dijo con voz amable, sus ojos decían: "eres el subnormal número 47 que quiere ver su mierda de cuarto. Créeme, cariño, es mejor que no lo veas hasta que no haya marcha atrás. Ahora saca tu culo blanco de aquí y dejame terminar de pintarme flores en las uñas". Con unos argumentos tan convincentes no quedó más remedio que rendirse, así que fuimos a la puerta de atrás del edificio a intentar colarnos. Como fracasamos de nuevo, llamamos al Telefonillo de mi dormitorio, con resultados de nuevo nulos. Nos dimos por vencidos y pusimos rumbo a ls salida del campus, para que mamá viera donde iba yo a poder comprar comida buena y barata.
La primera parada fue una carnicería. Como dato curioso, allí toda (y digo TODA) la carna que se vende, ya sea en carnicerías, supermercados o restaurantes es "halal", es decir, está sacrificada como Alá manda en el Coran. Teniendo en cuenta el segmento de mercado en que nos hallamos, sería muy arriesgado no hacerlo así. El caso es que entramos en una carnicería cercana al campus, halal por supuesto, y nos encontramos con un especimen de esos que en tiempos hubieran aterrorizado al Don Pelayo más valiente. Nada más vernos entrar, cortó tres cabezas de pollo, mientras nos miraba con cara de "¿Que hacen unos blancos infieles en MI tienda?". Mamá pareció ignorar las amenazas no verbales del sujeto y entró a curiosear por la tienda. Yo preferí mantenerme a distancia de seguridad del mostrador, y cerca de la puerta. De pronto, mamá me llama, asomada a un congelador de esos que a veces sirven para mantener los cadáveres en buen estado. "Bosco, mira lo que hay aquí!". Yo hago acopio de valor y me asomo al congelador. Lo primero que veo son pescados inmensos. Nada emocionante. Pero después me fijo mejor donde mamá señala y veo...¿Que es lo que menos puede esperarse en una carnicería islámica del bohemio y peligroso east end de Londres? Sí, gas pensado bien. Me quedé sin palabras al ver CHANQUETES!!! Allí, en grandes bolsas había uno de los platos más ricos del mundo. Nada más llegar me voy a comprar un par de bolsas para comérmelos con hueco frito...
Después de ver más tiendas (estas ya más normales), comimos en un hindú, que por allí no faltan tampoco y nos volvimos a Madrid. El sábado que viene me voy para allá. Bien pensado, todavía me quedan cosas por contar, así que habrá más entradas antes de que me vaya. No las cuento ahora porque me he cansado de escribir. Probad a haceros todo este texto con una blackberry y veréis a lo que me refiero. Gracias por tu tiempo. Volveré.
BlackBerry de movistar, allí donde estés está tu oficin@