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sábado, 17 de octubre de 2009

El simulacro de incendios


Todo el mundo sabía que el día llegaría. Lo teníamos encima como una espada de Damocles, viviendo con la incertidumbre de que el día llegaría, y nos pillaría por sorpresa. Algo parecido a cuando se está en lo alto de la lanzadera, que no se llega a disfrutar del todo de la vista porque sabes que en cuanto te relajes un momento... CLAC! y para abajo que vas. Habéis adivinado a qué me refiero? Tenéis razón: el simulacro de incendios.

Así que el simulacro llegó en forma de jueves a las 7.30 de la mañana. Creo que ya he mencionado que el jueves es mi día libre, pero que no puedo dormir porque viene la señora de la limpieza, etc y que me tengo que levantar a as 8.30. Pues a las 7.30 comienza algo en mi dormitorio a hacer un ruido infernal, de ese que te medio despierta y se te mete en el sueño (yo estaba soñando algo y de repente en mi sueño aparecieron unos que me perseguían en un tractor que hacía un ruido que era el que en realidad estaba sonando fuera). Cuando me despierto del todo y me doy cuenta de que estaba sonando aquel trasto, y consciente de que mi vida podía peligrar (¿Quién dijo que era un simulacro y no había un fuego de verdad?) me levanté, me calcé como pude unos zapatos , me puse un abrigo, rescaté mi móvil y mi ordenador y busqué la salida de incendios. En la escalera me uní a un ejército de zombis que arrastraban los pies por la moqueta rezongando, hasta que en la salida unos tipos con chalecos amarillos nos indicaron dónde teníamos que ir a registrar nuestro nombre. Una vez te registras te empiezas a fijar en el resto de la gente, y tiene gracia, porque es como cazar a cada uno en su intimidad más absoluta, con pelujos, las chicas sin maquillar y algunos pijamas diseñados para no ser vistos jamás fuera de la propia intimidad. Estaba el típico que se había levantado pronto para estudiar y ya estaba vestido, también uno que le había pillado en medio de la ducha y estaba en albornoz (sin nada debajo), empapado y en la fría mañana inglesa. Después de la charla del "Fire master", (es obligatorio por ley hacer estos simulacros, etc, etc: había una idea no verbal flotando en el aire y era la aplicación inmediata de la ley de Lynch) cada uno subimos a nuestro cuarto y todos de vuelta a la cama, menos en nuestro piso que la limpiadora ya lo había puesto todo patas arriba. Tuve unas buenas risas escuchando como Star, el vecino de cuarto chino no entendía cómo es que la señora de la limpieza no limpiaba sus zapatos (hasta ahora no habia entendido porqué los dejaba fuera de su cuarto por las noches). Ella, negra, gorda, descarada de esas que salen en las películas, se iba cabreando cada vez más y Star no entendía nada y yo lloraba de la risa n mi cuarto escuchando detrás de la puerta.

Hasta aquí la entrada de hoy. Notaréis el cambio de tamaño...
Saludos!
 

Descodificando a la Reina Mary Copyright © 2009 Bosco F. Alava